La Pascualita: La Novia Embalsamada

La Tienda de las Novias Muertas

En el corazón de Chihuahua, en una vieja calle del centro donde las sombras se alargan incluso al mediodía, se encuentra La Popular, una tienda de vestidos de novia con más de ochenta años de antigüedad. Su escaparate, cubierto de polvo y luz tenue, alberga una figura que ha alimentado historias durante generaciones: un maniquí con ojos tan reales que parecen juzgarte.

Daniela Ríos llegó una tarde nublada. Trabajaba para un canal de televisión por internet y había recorrido media república documentando leyendas urbanas. Pero ésta… La Pascualita, la había intrigado desde niña.

Iván, su camarógrafo, era menos profesional pero más apasionado. Llevaba una libreta con anotaciones de rituales, mitos y supuestos encantamientos. Cuando enfocó la cámara al rostro del maniquí, murmuró:

—“Esto… no es plástico. Tiene capilares”.

Soledad y el Secreto del Encaje

Tras varios intentos, lograron hablar con Soledad Méndez, una mujer de edad incierta que llevaba más de cuarenta años trabajando en el taller trasero de la tienda.

—”Era hermosa, ¿sabe? La hija de doña Pascuala. Nunca la vi en persona, pero me contaron que era como un ángel. El día de su boda la picó una araña… y murió antes de llegar al altar.”

Daniela interrumpió con tono sarcástico:
—”¿Y la madre la embalsamó y la puso en el aparador?”

Soledad bajó la voz:
—”Eso dicen. Pero hay algo peor… A veces, al coser los vestidos, siento que alguien me observa. Y cuando estoy sola, el maniquí no está en el mismo lugar donde lo dejé.”

Daniela pensó que era sugestión. Pero Iván… él ya estaba convencido. Demasiado convencido.

La Empleada y el Olor a Cera

Marta, la empleada más nueva, tenía solo unas semanas trabajando. Era amable, callada, y con una sensibilidad particular. Una noche, mientras acomodaba los velos en los estantes, sintió que alguien le acariciaba el cabello. Se giró de golpe: no había nadie.

Esa noche se quedó hasta tarde haciendo inventario. Cuando bajó la cortina, escuchó pasos detrás. Al voltear, el maniquí estaba más cerca del mostrador. Su rostro parecía… cambiado. Había humedad en las mejillas.

Al día siguiente, Marta le confesó a Soledad:

—”Le juro que anoche… la Pascualita lloraba.”

Una Noche en el Escaparate

Convencidos de que algo extraño ocurría, Daniela e Iván pidieron permiso para pasar una noche dentro de la tienda. Instalaron cámaras de visión nocturna, sensores de movimiento y grabadoras de audio.

A la 1:55 a.m., se activó la alarma del escaparate. La cámara apuntaba directo al rostro del maniquí. En el video, se observa cómo el ojo izquierdo se mueve, y una sombra pasa lentamente por detrás, a pesar de no haber nadie más dentro.

A las 3:33 a.m., todas las cámaras se apagaron simultáneamente.

Cuando volvió la electricidad, Daniela estaba dormida en una esquina. Iván, sin embargo, estaba de pie frente al maniquí. Le hablaba en voz baja. Sus ojos estaban en blanco.

—“Ella… quiere que la liberen.”

El Padre que no Quiso Volver

Desesperados, fueron a buscar al Padre Salas, un sacerdote retirado que vivía a las afueras de la ciudad. Al mencionar la tienda, el hombre se persignó tres veces y les pidió que se fueran.

—“Yo la bendije… hace treinta años. Pero esa cosa no quería la bendición. La vi moverse, vi su sombra separarse del cuerpo. Me susurró algo que jamás olvidaré…”

Daniela insistió:
—“¿Qué le dijo?”

El padre tembló:
—“Me pidió que la casara. Que alguien debía cumplir la ceremonia que quedó incompleta… o nunca se iría.”

El Fuego que No la Tocó

La última noche que grabaron dentro, ocurrió lo impensable.

La tienda entera se incendió. Según los bomberos, el fuego brotó desde dentro, pero ninguna fuente fue hallada. Todo ardió: cortinas, mostradores, catálogos. Todo… menos el maniquí.

Cuando la policía ingresó a inspeccionar los restos, encontraron a Marta arrodillada, ilesa, frente al cuerpo intacto de La Pascualita. Repetía una frase como un rezo:

—“Ella está viva. Y tiene hambre.”

Soledad desapareció. Jamás la encontraron. Iván fue hospitalizado por episodios psicóticos. Dice que todas las noches, en sus sueños, Pascualita lo besa… con labios fríos como mármol.

Daniela nunca volvió a hablar del reportaje. Vendió su equipo y se mudó al sur. Pero cada año, en la misma fecha, recibe un sobre anónimo. Dentro, una foto del maniquí. Siempre con un vestido nuevo. Siempre más humana.

El Velo No Cae

En Chihuahua, las bodas se evitan cerca de la calle donde estaba la tienda. Los vecinos aseguran que, en noches de luna llena, una figura vestida de blanco cruza los reflejos de los escaparates vacíos.

No camina.
No respira.
Pero sus pasos retumban en el alma de quien los oye.

Y si alguna vez te detienes a mirar un maniquí en un aparador solitario… no devuelvas la mirada. Porque si lo haces… ella sabrá que la viste. Y vendrá por ti.

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